sábado, 21 de marzo de 2015

Cien años de soledad y el gosua

Esta es la edición de 1970 con el marcapáginas
de la primera vez que empecé a leerlo en 1999.
A modo de entretenimiento me gustan los rankings tipo Los mejores libros de toda la historia aunque ni mucho menos creo que sean una verdad absoluta. Posiblemente no sean ni una verdad a medias. Uno de los fijos en estos ránking es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Y en muchos de ellos aparece el primero, es decir, el mejor libro de la historia. Opiniones sobre esto... 100.000.

El caso es que viendo el listado recordé que hace mucho tiempo lo empecé a leer durante unas vacaciones, concretamente un verano. Recuerdo que me gustó mucho y luego misteriosamente (digo esto porque no recuerdo la razón) lo dejé de leer cuando ya había pasado de la página 200. Sé que esto ocurrió porque retomé el libro hace poco y estaba todavía el marcapáginas allí donde lo dejé y con la fecha puesta: 1999. Así pues el libro era una asignatura pendiente a la que decidí enfrentarme. Y no me arrepiento de nada. Bueno sí, de no haberlo leído (hasta el final) antes.

No sé si es el mejor libro de la historia pero sí sé que es de lo mejor que he leído en toda mi vida. Su prosa es tan rica y tan intensa como un postre casero que se toma en el País Vasco y que se llama Gosua (significa dulce). Este postre hace honor a su nombre porque es tan dulce que la garganta te quema cuando lo comes. Algo así pasa con este libro. Está tan densamente poblado de historias, personajes, metáforas que casi dan ganas de cortarlo con un cuchillo… Es un libro que, al igual que me pasa con el Gosua, he disfrutado de lo lindo. Muestra de su calidad es que puedes abrir el libro por donde quieras y leer cualquiera de sus párrafos. Seguro que al momento disfrutarás de su lenguaje y de como éste va creando una atmósfera que te envuelve y atrapa. Siento envidia de quien no lo haya leído todavía.  

Gosua (dulce) es un postre casero del
País Vasco que hace honor a su nombre.   
Lo que me sigue atormentando es saber la razón por la que pude haber dejado de leer este libro hace 16 años. Fijándome otra vez en la fecha lo tengo claro. Era el verano de 1999, tenía 18 años y esas eran, posiblemente, las vacaciones más largas que iba a pasar en mi vida. Y claro, a eso no hay nadie que le haga frente, ni Gabriel García Márquez ni todo el pueblo de Macondo con toda la familia Buendía a la cabeza.


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